
Las palabras tienen indudablemente el poder de construir, dañar, alimentar o simplemente acariciar. Sí, se puede acariciar a alguien con las palabras, y hay palabras que sin tener la intención, curan, consuelan, acompañan.
Mi experimento artístico-solidario-experimental quedó algo truncado, al no poder concluir con un vídeo lo que yo quería documentar, pero no importa, me dejó una satisfacción y un asombro placenteros (otra vez alimentando el ego!)
Apenas hube dejado al pie del container de basura la bolsa con el pantalón dentro, me retiré ni dos minutos para dejar tiempo y ver desde lejos quién se acercaba, quién leía y quién se llevaba la bolsa, cuando esta desapareció. El que la encontró se fue confiando quizás que lo que se llevaba era en un trocito de “felicidad” a casa.
r.p.
